enero 28, 2011

Capítulo 1





1

Bea


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  Después de un largo viaje de avión acompañado de un libro, llegamos al aeropuerto de Los Ángeles: LAX. Miraba a mi alrededor, perdida, no sabía a dónde tenía que ir, ni cómo se movía todo aquello. Pero algo dentro de mí, no sé qué, me hizo sentir que ése era mi hogar. Que ese mundo era el mío, para el que yo había nacido, y que me había estado esperando todo el tiempo.

      Peter y yo entramos en un coche que estaba esperándonos  a la salida del aeropuerto. No hubo que decirle dirección, el conductor ya la sabía. Se presentó, se llamaba Steve. Arrancó el coche y puso rumbo a una nueva dirección. La dirección de mi nueva casa, donde yo viviría a partir de ahora. Mi nuevo hogar.

     - ¿Cómo estás? ¿Nerviosa?
     - Ya no tanto, me siento como en casa la verdad.
     - Estás en un coche.
     - Lo sé. Raro, ¿verdad?
     - Sólo un poco – Peter me dedicó una sonrisa pícara.

     Atravesamos muchas calles, avenidas, y pude reconocer muchos edificios de todas esas búsquedas de imágenes y de Google Earth. No me podía creer que estuviera ya allí.
     De repente se paró el coche delante de una gran verja de hierro negra. Steve  habló con el portero automático y la verja se abrió lentamente.
     - Bienvenida a tu casa.

El coche atravesó la gran verja y entramos en la parcela. Cada metro que avanzábamos me iba quedando más sorprendida. Era preciosa. Mucho verde. Había una gran calle para la entrada y salida de coches. Al final se veía mi casa. Una casa enorme, súper bonita, mejor que lo que hubiese podido imaginar jamás.
     A mis espaldas estaba Peter de nuevo, con las maletas, y también una chica que yo no conocía.
     - Bea, te quiero presentar a Dorota. Será tu asistenta y ella vivirá contigo durante el día. Porque no pensarías que ibas a vivir tu sola, ¿no?
     - Encantada, Dorota – sonreí a Dorota y le tendí la mano. Ella me devolvió la sonrisa.- Ese era un tema que tenía pensado preguntarte la verdad.
     - Bueno pues solucionado. Ahora Dorota te va a enseñar la casa. Instálate en tu habitación. Y a las 7:00 pasaré a por ti, que tengo una gran sorpresa que darte, así que arréglate. Espero que te guste la casa, está elegida explícitamente para ti. Ya me contarás.
     Asentí.

     Peter se despidió y se marchó. Dorota me enseñó toda la casa. Me encantó. El salón era lo primero que se veía al entrar a la casa. En su mayoría blanco, tenía una mesa y alrededor varios sillones, que se situaban para poder ver una gran televisión que estaba colgada en un tabique separando la habitación en dos. Al otro lado había más sofás, que daban a una gran cristalera que daba al jardín de atrás donde había una piscina. Al otro lado de la entrada de la casa se veía una gran mesa de comedor, y a continuación estaba la cocina, que se comunicaba, aparte de por la puerta, por una barra de bar con el comedor. Justo enfrente de la entrada se veían unas escaleras muy grandes, por las que subías al segundo piso. Empezamos a ver las habitaciones desde la derecha hacia la izquierda. Había dos dormitorios con sus correspondientes baños, una sala de juegos, otra de estudio, un baño y otra sala más de relax. La última puerta era mi dormitorio. Era enorme, decorado en tonos rosas y beige, con una gran cama, una mesa de estudio con un ordenador en él, estanterías, un piano, dos puertas y un balcón. El balcón daba a la piscina, y podía ver la playa desde allí, y numerosos edificios. Las vistas eran preciosas. Una de las puertas daba a mi baño personal, que en tono rosa pastel tenía una bañera con una cristalera redonda encima que dejaba pasar la luz e inundaba la habitación. Había numerosas instalaciones típicas de un balneario, productos y demás. Y la otra era mi armario. Un armario casi tan grande como el dormitorio. Lleno de ropa para cualquier ocasión que puedas imaginar.
     Detrás de las escaleras había también dos grandes salas. La primera era un gimnasio enorme con todos los aparatos, y la otra una sala de música. Ésta sala contenía varias guitarras, bajos, baterías, teclados, mesa de mezclas, un pequeño escenario y un pequeño estudio de grabación, entre otras cosas.
     También había, fuera del edificio principal, un garaje, un trastero, la piscina y el jardín. El jardín era muy bonito, y tenía una mesa con  varias sillas a su alrededor de piedra, una barbacoa y una casa de madera.   
     Definitivamente la casa de mis sueños.

     Después de llamar a mi familia y contarles cómo estaba y cómo era la casa, empecé a deshacer la maleta con la ayuda de Dorota. Era un encanto. Muy amable y educada.
     Una vez deshechas me tomé un zumo de naranja, y recordé que debía prepararme para esa sorpresa de Peter. No tenía ni idea de lo que podía ser. Miré en el armario nuevo, y lo combiné con algunas cosas que había traído yo. Me puse unos pitillos azules eléctricos, con un blusón blanco, un collar de piedras aguamarinas y amatistas y unas romanas. Me dejé mi pelo largo, rizado y rubio suelto, con la raya en medio como siempre. Y me maquillé muy natural.

     Cada vez tenía más ganas de saber qué clase de sorpresa tenía Peter esperando para mí. No tenía ni idea de lo que estaba tramando, no me había dado ninguna pista.

     7:03. Suena el timbre.

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